Krazy Kat de George Herriman

KrazyKatHerriman-Krazy-Kat-Forro-definitivoGeorge Herriman (Nueva Orleans, 1880-1944) nació en una comunidad criolla, descendiente de hombres libres y de raíces afroamericanas. A principios del siglo XX se va a Nueva York donde empieza como dibujante en la prensa local. Krazy Kat es su gran obra, a la que dedicó más de treinta años y que, para muchos, es la mejor serie de cómics de toda la historia. Los grandes autores de cómic del siglo XX: Crumb, Watterson, Chris Ware, Moebius, etc., reconocen su influencia decisiva y la consideran una serie de vanguardia en todos los aspectos.

La serie se desarrolló entre 1913 y 1944 en la prensa norteamericana y a pesar de su éxito moderado se mantuvo gracias a William Randolph Hearst, un magnate de los medios de comunicación muy influyente en política. Hearst, el mayor admirador de Krazy Kat, no solo le dio todo su apoyo, también le dio total libertad en su trabajo. Este libro reúne las primeras páginas dominicales, de 1916 y 1917, en gran formato y restauradas a partir de originales. Además de las páginas, reproducidas cronológicamente, la edición incluye los comentarios del editor Emilio Bernárdez, el especialista Álvaro Pons y el traductor Rubén Lardín.

La trama de Krazy Kat es un extravagante triángulo amoroso. El gat@ Krazy, de género indefinido, enamorad@ del malencarado ratón Ignacio, que le desprecia lanzándole ladrillos pero que Krazy interpreta como señal de amor, y el perro policía Cachorro, que está enamorado de Krazy y persigue al ratón. Ambientado en el desierto de Arizona. Pero Krazy Kat va mucho más allá de los ladrillazos y los gags humorísticos. Tras el andamiaje de surrealismo y onirismo, ocultaba un discurso social apabullante (Álvaro Pons) Su obra tiene un fuerte componente social, antiracial y feminista. Por primera vez se plasma y se defiende la diversidad de género, presenta el amor sin barreras, defiende el voto de la mujer, etc. ¡En 1916!

Las historias son una mezcla de surrealismo, romanticismo, encanto, ternura, humor y filosofía. El dibujo es en blanco y negro, hasta 1935 no se publicaron en color, lleno de detalles y con escenas muy sofisticadas. Bill Watterson decía de los dibujos: Logra la honestidad y la franqueza de los bocetos. Dibujos llenos de frescura y dinamismo. El diseño de las páginas no sigue un patrón, cambia de unas a otras. Pueden estar divididas en pequeñas viñetas o muy grandes, enmarcadas o sin marco, numeradas o no, con mucho detalles o muy sencillas y combinar todo esto en una misma página. Cada página es distinta, no solo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. Todo con una armonía increíble.

Otro aspecto muy importante, y al que hay que dar el valor que se merece, es la traducción de Rubén Lardín. Muchos dicen que Krazy Kat es intraducible, y Lardín reconoce que es el trabajo más difícil que ha hecho pero también el más gratificante. Krazy Kat es lo mejor que he leído nunca. La obra más hermosa que he leído jamás. Sin ser siquiera un libro, ni mucho menos una novela gráfica, es a la vez poemario, misal y ensueño.

George Herriman tenía dos lenguas maternas, el inglés y el francés de Nueva Orleans. Aprendió latín, griego, alemán y, más tarde, se familiarizó con el español y el navajo. Además utiliza en su obra un batiburrillo criollo, un inglés de Brooklyn y trazas de fonética francesa, italiana y escandinava, otras lenguas indias norteamericanas, añadiendo coloquialismos y dejes de su tiempo. Un galimatías del que no hay rastro ni en bibliotecas ni en internet. Así que a la hora de traducir, Lardín optó por soluciones intermedias. Una traducción absolutamente ajustada al contenido pero con algunas infidelidades, porque para él el estilo es el contenido, el sentido puro. No podemos juzgar la traducción de Lardín, pero el texto en español es vibrante, tiene mucho ritmo, sentido del humor, ironía y juego de palabras. El lenguaje a veces es poético, otras coloquial o más formal. Y, sobre todo, gracias a la traducción lo podemos leer miles de personas.

También queremos destacar la estupenda edición de La cúpula. Cuatro años han tardado en reunir todo el material necesario para reproducir las páginas originales, recurriendo a periódicos y coleccionistas. No nos entusiasman los libros de gran formato, pero en este caso está totalmente justificado. El texto, los dibujos, las distintas tipografías utilizadas, lucen de maravilla. El papel, las guardas, cubierta, etc., todo está muy cuidado y acertado. Y, por qué no decirlo, el precio también (32 euros) es muy bueno teniendo en cuenta la calidad del libro. No la hemos incluido en nuestra lista de Navidad porque ya la habíamos cerrado cuando se publicó. Pero es un tesoro. ¡Menudo regalo!